Por Silvina Cena - Especial para LA GACETA.
Porque queríamos sortear la angustia.
Porque era un modo de paliar el aburrimiento.
Porque había más tiempo para dedicarle a los asuntos pendientes.
En su etapa más radical y cruda, el aislamiento que implicó el primer tramo de la pandemia de Covid 19 volcó a muchos a transitar la catarsis vía redes sociales o a buscar distracción en cursos virtuales. Consciente o inconscientemente, intentaban así encontrarse con lo que no abundaba en la realidad: motivos para reírse, para despreocuparse. Dos años después, algo de ese comportamiento parece haber marcado una tendencia: 2022 trajo un boom de talleres y shows de stand up, según coinciden tucumanos vinculados con ese género. Y todo parece señalar que este año ese indicador se reforzará.
El stand up no es una novedad en la provincia: hay cursos y muestras desde hace por lo menos 10 años. Alberto Fortini, referente del grupo ComedyArte, admite que lo hacía incluso antes de saber que lo hacía, como el payaso de las reuniones familiares o entre amigos, y que justamente hace una década comenzó a formarse, en el descubrimiento de una pasión que no suelta hasta hoy. La pandemia no obstaculizó ese camino: “hicimos shows y capacitaciones virtuales, y también muchísimas entrevistas con gente grossa de Buenos Aires. Eso permitió seguir en contacto con los colegas y la gente, pese al encierro”.
La actriz Juliana González también nota que en los últimos dos o tres años hubo un despegue del género y cree que este crecimiento ha ido indisolublemente acompañado por las redes sociales. “Con Instagram y TikTok el acceso es rápido, se democratiza la situación, y durante la cuarentena mucho más -reconoce-. Hay pros y contras, porque siempre el show presencial, mirar al público, tiene otro condimento. Pero sí, las redes han sido una catapulta para que este código llegara a más personas”.
González -que el año pasado agotó entradas con su show “Intensa” en el Rosita Ávila- sabe de lo que habla. Ella misma se ha apoyado en las redes sociales para darse a conocer: en 2014, mientras vivía en Buenos Aires y buscaba maneras de diferenciarse, descubrió la técnica del Dubsmash (una suerte de playback de citas o diálogos populares) y muchos de aquellos videos se viralizaron, entonces vía Facebook y YouTube. “Dije ‘tengo que capitalizar esto’ y me metí en un taller de stand up; sabía que el humor era mi aliado. Giré por algunos barcitos porteños y cuando volví a Tucumán generé ciclos de humor: agarré a amigos que podían funcionar en ese proyecto y comenzamos… Bar, micrófono, era por ahí”, resume.
Bar, micrófono, tal vez un vaso de agua: la simpleza de un show de stand up es otro de sus atractivos, dicen sus practicantes. “Es muy minimalista en lo que refiere a lo escénico. Obviamente que depende de la personalidad del comediante, pero se ha caracterizado por un micrófono, una banqueta, una luz… ese es el formato -describe González-. No importa la parafernalia, las plumas: importa el comediante, su opinión, su gracia”.
Buscar la empatía
Benjamín Tannuré y Virginia Salas (más conocida como Vipi) son relativamente nuevos en el género: ambos se capacitan y presentan shows desde 2021. También para los dos el reconocimiento llegó rápido: fueron nominados en el rubro de Mejor Stand Up en los últimos premios Artea (él por su participación en “Empollerados”; ella, por “Mujeres al poder”), premio que Salas se llevó. Otras coincidencias: son discípulos de Gustavo Delgado en su grupo Tucson Comedy, y también opinan que en varios casos el encierro de la pandemia ha sido un empujón para bucear en nuevas aguas.
“Las redes sociales abrieron puertas en ese momento y muchos se han descubierto como cómicos al hablar de sus vidas. En cierta forma estaban haciendo stand up sin una guía. Y ahí recalco que es importante tener alguien que te enseñe a preparar tu material porque se escribe y se ensaya mucho para estar en el escenario”, aconseja Tannuré.
Todos destacan eso: aunque simple en su presentación, el género implica estructura y código, y un condimento que lo signa todo, la empatía con el público. “Es un monólogo autorreferencial en el que te reís de vos mismo, de las cosas malas que te pasaron, porque en general se hace humor a través de un conflicto -detalla Fortini-. Y eso gusta mucho: que uno se ría de sí. La gente se identifica, y se genera un ida y vuelta”.
“Si hay empatía, ya está, ya tenés al público de tu lado. En los talleres siempre trabajamos la cuestión del status: un comediante que sube soberbio, pedante, no produce identificación. Cuanto más humano sea el comediante, o sea una persona que habita en esta tierra y que tiene un montón de errores, pero también tiene una opinión de eso, más interesante será, por supuesto que con todas las herramientas del humor”, agrega González.
Salas cree que todavía hay un porcentaje de público que se acerca por mera curiosidad, porque no todo el mundo sabe qué es o cómo se hace stand up. “Pero también porque es un género fácil de digerir, que te invita rápidamente a desconectar de la rutina”, dice.
Como les pasó a ellos, algunos de esos que se acercan como público terminarán animándose a un curso o incluso al escenario. Sólo hace falta ese primer atisbo de interés, coinciden los comediantes.
¿Cualquiera puede hacer stand up? Vipi no duda: “obvio que sí. Solo hay que ser valiente… y un poco sinvergüenza”.
A escena
“¿Qué pasó ayer? Summer” en Citá
Benjamín Tannuré Gorward no descansa. Con su grupo La Teoría del Gran JA! hará esta noche “¿Qué pasó ayer? Summer”, un varieté concert (no un stand up) a las 22 en CiTá Abasto de Cultura (La Madrid 1.457), con monólogos improvisaciones, baile y canto. Lo acompañará sobre el escenario Cyntia Bulva (ganadora al premio Artea como mejor actriz de comedia) y como invitado especial estará el actor, humorista e imitador Manuel Villarrubia, con sus personajes de las divas más famosas que habitaron y habitan la televisión argentina.